Poquito a poco
Según parece no me llevo bien con el horario peninsular y por eso ayer llegué una hora tarde a mi primera clase de inglés... así que hasta mañana no sabré qué tipo de gente tengo por compañera ni qué es eso del mininivel. No había más sitio donde meterme y aunque no tengo ni repajolera idea de inglés, me creo yo que podría aspirar a algo más que el básico, pero bueno... ya veremos mañana.
El sábado me fui a coronar el pico de San Vicente con Frascuelo y Jesús y casi me muero en la primera cuesta.
Menos mal que mis compis vieron la señal de advertencia de mi cara totalmente rojo chillón y decidieron ser pacientes conmigo. En serio, en aquellos primeros 50 metros de subida pensé que no podría llegar a la sierra a pie jamás de los jamases, por eso cuando me vi arriba, además de ser la increíble mujer semáforo, era la mujer más orgullosa de si misma que había en 1 metro a la redonda. Por cierto, la de la foto no es la primera cuesta si no la última... ésta también casi me mata.
No sé que tipo de dificultad tiene lo que hicimos el sábado de cara a los avezados senderistas a los que me quiero unir, pero creo no equivocarme mucho si le pongo una dificultad media, al fin y al cabo fueron un total de unos 15 km con un desnivel de 500 metros... creo. Pero vamos que no sé si estoy preparada para la ruta de la Sierra de Canencia que están planeando hacer los del grupo senderista este mes. También, ya veremos.
Ahora, de vez en cuando, de repente me asalta un recuerdo que me hace tener los lagrimales en un punto perfecto de humedad. No es que esté triste... es simplemente, eso... que la añoranza me ataca en el momento menos pensado y lo hace de manera intensa. Como las tormentas de verano.