Tengo amores que han sido como burbujas, como espejismos que cuando te acercas desaparecen, otro que es como una mancha indeleble, ni desaparece ni luce, otros que perdí por error y no pude volver a encontrar, otros que murieron de muerte natural y quedaron en el altar de los amores que ya no duelen y se magnifican por la ausencia física. No he perdido la amistad de ninguno de ellos, salvo la de los muertos porque los muertos no son amigos ni enemigos… son recuerdos que se engrandecen con el tiempo.
De todos ellos hay uno que fue como un gusano de seda, el amor de Mª Ri llegó sin esperármelo, sin tan siquiera desearlo. Se convirtió en el más romántico, fue azaroso y feliz durante algo más de tres años y me dolió mucho cuando terminó. Con un poco de tiempo ese amor se transformó en mariposa y con unos pocos años más lo que tengo entre mis manos es una preciosa madeja de seda, considero a Ricardo como mi mejor amigo, si hace 18 años, cuando me moría de pena por él, alguien me hubiese augurado esta amistad tan pura, tan maravillosa, no le hubiera creído.
El viernes a lo largo del día caí en un estado de desencanto vital, no tenía ganas ni de llamar a nadie, ¿para qué? me decía a mí misma. ¿qué voy a decir? Que la vida es una cacafutii? Noticias frescas, me dirán.
De camino a casa, cuando iba a coger el tren, sonó el teléfono y era Ricardo, imaginé que lo que quería era informarse sobre como va el tema de La mujer de Negro y antes de dejarle hablar le plantifiqué un informe completito del evento. Pero no, Ricardo no quería información sobre eso, lo que él quería era invitarme a cenar porque no le apetecía ir a trabajar. De pronto, ya no me sentí tan sola, de pronto se me abrió la boca en una sonrisa y le dije que venía caído del cielo.
Cenamos unas raciones, mientras me hablaba de sus inmersiones submarinas, me hizo ver con la imaginación un
banco de barracudas de caza, cómo se mueven los peces todos a una, me habló de la existencia de una isla a la que sólo se puede acceder por mar y en la que vive milagrosamente una higuera. Me regaló un libro dejándome de nuevo con mi cara de encantada sorpresa. Las copas las tomamos por supuesto en El Marcelo, donde exigí una dedicatoria, eso él ya lo sabía… no se puede regalar un libro sin dedicatoria, es algo tácito.
La dedicatoria más adelante me daría que pensar… dice más o menos algo así: Cuando un libro me gusta, tengo que regalárselo a alguien. Para este libro he pensado en ti. Es un libro que en un principio habla de un hombre que lo deja todo por una mujer que amó tiempo atrás ¿hmmm? Leímos párrafos del libro, porque lo que tiene la autora Mª de la Pau Janer, es que parece que escribe con frases cortitas, es de esos libros que puedes abrir por cualquier página y leer un trecho como en respuesta de una pregunta imaginaria. El libro es fácil de leer, narra las grandes y pequeñas historias de amor de una serie de personajes, aún no he leído ni una feliz, todas terminan (de momento) en grandes desamores, me tiene el corazón encogiíto y me pregunto… ¿así me verá Ricardo? ¿cómo una eterna víctima del desamor? ¿Con cuál de esos desamores me ha relacionado si lo ha hecho con alguno? Tal vez sólo sea que en el libro hay un momento que nos ocurrió a nosotros mismos hace algún tiempo en el metro y él con una sonrisilla complice me leyó en el pub. En fin no sé, ya se lo preguntaré otro día, primero terminaré el libro.
Cuando Marcelo nos echó, me propuso dar una vuelta a Dante por La Dehesa de la Villa, pensando en las pocas
ganas de volver a casa y las muchas ganas que Dante tendría de pisar verde, me pareció una idea brillante, tanto como la luna casi llena que había. Con poca gente me adentraría por La Dehesa a las 3 de la mañana, pero Dante pesa 50 kilos y Ricardo mide 2 metros así que con estos acompañamientos una se relaja y disfruta de un magnífico paseo que sólo fue interrumpido por un todo terreno policial. Allí me habló de las estrellas que estábamos viendo y de sus futuribles planes, luego nos llevó a casita y a mí me fue imposible no enviarle un último mensaje, diciéndole lo oportuno que había sido, lo feliz que me había hecho y lo mucho que le quería…. Y no, no era un estado de exaltación etílica. Y no, no es amor, es cariño desinteresado y puro. Es AMISTAD esa que resulta tan difícil de creer entre un hombre y una mujer. Existe y yo la tengo.
Me hace gracia, él es (o era) el hombre de los planes, siempre que salíamos de vacaciones nos tirábamos la semana anterior planificando todo, bueno más él que yo... luego una vez fuera siempre nos quedabamos cortos de pasta y esto nos obligaba a improvisar y qué originales fueron algunas improvisaciones XD
Así, de esta forma tan tonta y tan amable volvió a romper todos mis planes esta vez y esta vez para bien de Dante y mío.