Cuestión de olfato
Dicen que los fumadores no tenemos olfato, pero yo alucino con los olores o mejor dicho con la memoria de ese sentido que llamamos olfato.
Hay olores que me trasladan a la infancia, entre otros, me pirraba el olor de la droguería, desde entonces cuando entro en una, me traslado a aquella que había un poco más arriba de mi casa, esto también me ocurre con el olor de las mercerías, el de las panaderías e incluso el de las ferreterías, por no hablar del peculiar olor de los colegios. Esa mezcla de los lápices, las gomas, los cuadernos y libros aliñado con el de los niños le dan un olor muy característico que según aprecié cuando fui a la función de navidad de mi sobrina no ha variado con el tiempo.
Otros olores me trasladan al pueblo, el olor a madera de algunas obras me lleva a los entablaos de las fiestas, el olor a gasolina, el cual aborrezco, me traslada a los viajes que hacíamos a él, el olor del cloro a su piscina, el olor de los pinos a su sierra, el olor a hormigas, a tormenta, a vaca, y a boñiga de vaca, a humo, a polvo, pero polvo del de verdad, el de los caminos, a secarral y a secarral mojado, a helechos y castaños, a moral y a higuera…. Cuando pasaba los veranos enteros en el pueblo y venían mis padres, decía que olían a Madrid, en serio, iba a las maletas sólo por oler la ropa, era un olor maravilloso; pero una vez en Madrid, cuando alguien venía del pueblo también olía de una forma maravillosamente evocadora.
La hierbabuena, el orégano, el hinojo todos esos yerbajos que mi padre cogía los fines de semana están unidos a él.
El olor de la hierba recién cortada de los parques me traslada a mi adolescencia madrileña, así como el de algunos insalubres baños de bares o el olor de las fritangas verbeneras o incluso el del costo de agosto que no sé porqué, me trae rememoranzas de olor a botijo.
Hay olores universales como el olor del mar y el de las estaciones, porque todas y cada una de las estaciones del año tienen un olor propio.
Recuerdo el olor de la tiendita donde cambiaba los cómics . Lo llevaba una señora muy mayor, la mezcla de su colonia junto con el olor del papel… me podía tirar horas allí revisando mil veces los montones de tebeos. Hace relativamente poco alguien con esa colonia, pasó por mi lado devolviéndome por sorpresa el recuerdo feliz de aquellas tardes. En este caso fue un recuerdo exitoso, porque hay infinidad de olores que están en mi memoria descatalogados, que de pronto los percibes y te deja unos instantes con una extraña sensación de regresión a un lugar o tiempo tan indeterminado como una voluta, como esa palabra que tienes en la punta de la lengua… pero que no termina de salir.
5 comentarios:
Genial de verdad...
Hace poco escribí a sobre esto mismo...
Un beso y un placer leerte!!!
Ohh, gracias tomoko (qué buen nombre por cierto)... ^^
Venía yo a decir:
Aaahh y las mandarinas y la navidad :)
y el de las castañas asadas? mis hijas solo con el olor de la madera quemada y ya me estan pidiendo castañas aunque no sea temporada.
Sí, es que hay tantos aromillas por el mundo que nos evocan cosas.
El olor de la plancha (la de la ropa, no la de las gambas) me recuerda a la vuelta del cole y la merienda escuchando los cuentos de "Radio Intercontinental, su radio". Uy y va y me pega un salto la memoria con las mañanas antes de ir al colegio con "Radio hora" :D
A mi me encanta el olor a paja fresca, había un pequeño establo cerca de donde vivía cuando era pequeña; las primeras gotas de lluvia, cuando mojan el suelo, como no; el olor a ropa planchada me recuerda a cuando mi madre planchaba nuestras túnicas de nazareno y salíamos juntas de procesión, ya ves si hace años de eso, ahora no lo haría jeje pero ese recuerdo con mi madre es imborrable.
Me ha encantado este post, me ha traido tantos olores, tantos recuerdos.
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