miércoles, noviembre 21, 2007

Parada y fonda

La primera noche dormí fatal, aunque estaba hecha una ful después del madrugón y de no pegar ojo en el tubús. Las emociones acumuladas y una cama que no era la mía hicieron sus estragos. Me levanté a las 9 de la mañanita y sin osar despertar a mi anfitrión me fui directamente a la ducha.
La ducha era un poco una maldición para mí porque me he acostumbrado a las mamparas y a que la alcachofa esté fija en la pared, estas comodidades no las tiene la ducha de Jan. Así que, con un frío bastante interesante, te metes en la ducha, te peleas con el monomando mientras pasas de escaldarte a congelarte varias veces mientras que le coges el truqui a la temperatura de ese grifo desconocido. Luego te empinas todo lo que puedes para fijar la alcachofa intentando no dar un resbalón desnucante, para finalmente desistir, y por último terminas odiando a la cortinilla que tiene la fea costumbre de pegarse con toda su frialdad a cualquier parte del cuerpo a traición porque no se está quieta la jodía y te ves dando respingos cada dos por tres e insultando a un objeto que ni siente ni padece.

Después de la ducha, como Jan seguía durmiendo, ¡fregué los cacharros! para hacer tiempo, me peleé con la cafetera que no había un dios que la abriera y ¡preparé café!. Jan se levantó justo a tiempo para retirar la cafetera del fuego. Desayunamos y ya en la calle, me presentó a Ramón.
Ramón es su coche, curiosamente es un coche que cuando me saqué el carnet estaba dentro de mis dos favoritos por precio y capacidad y ahora que lo he probado me parece que era una buena idea… tendré que seguir dándole vueltas a eso de intentar conducir yo misma mi vida.

Cuando salimos había mercadillo, pero lo primero era lo primero asi que nos fuimos de cabeza a la carnicería donde nos habían dicho que tenían la maravillosa sobrasada del día anterior. Maremía, mi gula se me enroscaba por todas partes ¡qué chorizos, qué morcillas, qué embutidos cuyo nombre desconozco pero que tenían una pinta increíble! No era cuestión de volver a Madrid como en las películas de antes, con una cesta cargada de cosicas del pueblo, así que me ceñí a mi idea original y sólo compre sobrasada. Jan compró longanizas que más tarde serían catadas-devoradas por mí y más tarde aún, robadas alevosamente para traérmelas jeje je


Qué sepáis que el pan en Moratalla no lo venden, lo pasan de estrangis como si fuera algo ilegal o pecaminoso, después de recorrer medio pueblo en su busca, en la confitería nos indicaron donde más o menos estaba la tahona. Pues bien, vimos salir a una vieja con una barra de un portal, pero pensamos que lo normal de una panadería es que haya un cartel o algo que indique que lo es ¿no? Pues no, después de recorrer la calle, a la vuelta nos cruzamos de nuevo con la vieja que nos verificó que en aquella puerta estaba la panadería. Entramos a una salita en penumbra con un mostrador tan vacío como la estancia; de unas escaleras que bajaban al sótano salían unas voces, no sabíamos si vocear un ¡¡ Hola?!! o bajar directamente… optamos por lo segundo. Bajamos por aquellas escaleras a casi oscuras y allí estaba el pan. Cuando salimos de nuevo a la calle llevábamos nuestra barra como si hubiéramos hecho una gran proeza. Para no variar estaba de muerte.

Después de dejar las compras en casa, subimos a la sierra y nos dimos un paseíto, lástima de autobús de jubilosos jubilados que rompían un poco la paz del momento. Me gustó el frescor serrano, el sol, pero de pronto me di cuenta que no olía a nada allí arriba. Ahora no sé si es que, en general, las sierras no huelen a nada nunca o si es que esta sierra era especialmente inodora. Yo creo que en la de mi pueblo sí huele, pero ya dudodudo.

Bajamos a comer al pueblo, ahora no me acuerdo si lo hicimos en el Bar Rubio o en el Bar Moreno, creo que fue en el primero… no sé, pero tenían unos montados de lomo, unos montados de magret con queso y unos calamares a la plancha de chuparse los dedillos hmmme está entrando hambre. Paro ya con esto.
Encontramos un gato-perro encantador, al primer bisbiseo vino trotando y se dejó acariciar totalmente entregado y ronroneante… si nos hubiera seguido, habría intentado convencer a Jan para que lo adoptase, pero no lo hizo ... no nos siguió quiero decir ^-^

Luego fuimos al sitio que más le gustó a mi olfato y a mi vista:
Las fuentes del Marqués en Caravaca.

Este sitio tiene un torreón templario y es una especie de enorme parque en el que olía a otoño en toda su extensión. Los colores verdes, amarillos y marrones de los árboles, el agua más cristalina que recuerdo en mucho tiempo, las ardillas que accionan sus ululares con el rabo, las cascadas, la cueva… como decía Jan caminar sobre patatas fritas era la sensación de pisar la hojas caídas :D
Pero el aroma del aire, por favor qué olor… Me acordé de aquello que decía Barbol:
“¡Aquellos fueron grandes días! Hubo un tiempo en el que yo pude caminar y cantar el día entero y sólo oír el eco de mi propia voz en las cuevas.
Los bosques eran más densos, más fuertes, más jóvenes

¡ Y el olor del aire! A veces me pasaba toda una semana ocupado sólo en respirar”

Ay, en fin.

De vuelta en casa, preparamos la merienda-cena a base de la estupenda longaniza que había comprado Jan y una ensalada de tomate de la huerta ;P y tras un breve conciertillo de guitarra que me supo a poco recompensé tan estupendo día con un masaje a la dolorida espalda de mi anfitrión… y luego él le dio un masajito a la mía y ya nos quedamos viendo la tele relajaditos y filices… tanto que empecé a cabecear a eso de las 11 … mis trastornos del sueño no perdonan y el haber dormido mal la noche anterior y las caminatas esta vez sí hicieron su función somnífera, así que allí dejé el mando en manos del jóven despierto, me fui a dormir y lo hice del tirón, oye ^-^

6 comentarios:

Atlantida dijo...

Te envidio, no sabes cuanto, colores, olores, pan ilegal ... me está dando un hambre!!!!
Lo de la ducha me suena, cuando voy a casa de mis padres he de pelearme con el frio, con el agua, con la alcachofa y con todo lo que me recuerda que las duchas modernas no pasaron ha visitarnos por aquellos lares, y las que pasan son desestimadas por mis padres.

Anónimo dijo...

primero que nada, decirte que me ha entrado hambre, segundo a pesar de tu batalla con los utensilios rurales no deja de sonarme idílico, lo que daría yo por perderme en un lugar así un mes o dos, o puede que tres o...XDXD

*V* dijo...

Pero por dios!!! que hambre!!mira, no se si quiero saber mas nada de este viaje porque me está dando un hambre y una envidia de pelotas!! ;D
Bueno... vale, si, mañana quiero mas, quiero más... (y ya te podías haber traido mas comida y repartir con la familia maja! XD)
;*

Pipilota dijo...

Atlántida no te pierdas la de la casa de mi abuela encima el agua sale templada-fría y es minúscula, si es por quejarme de algo en realidad ;P

Nada Hero, pídele a Jan que te aloje un tiempito… aunque me da que por tu zona tiene que haber unos sitios ideales para perderse.

No te me quejes tanto, quejicosa, precisamente tú que viajas al pueblo a menudo y puedes disfrutar del pan, de los chorizos y las morcillas porque encima no te engordan. Podemos organizar una excursión con fregoneta y venir cargaditas de productos moratallenses. Mira que le estuve dando vueltas a montar una sucursal en Madrid de productos camperos… hmmm quién sabe si cuando me quede en paro …. :D

*V* dijo...

Oye pues mira, como negocio...aunque me da a mi que nos arruinariamos porque terminariamos comiendonoslo todo!
XD
Y si me engordan, si, que el paro hace milagros por lo visto, ejem..

Pipilota dijo...

Mujer qué exajerá... No nos podríamos comer toda la fregoneta entera nosotras solas ¿no? XD

 
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