No pisaré Siberia

Que sí, que me terminé el libro de En Siberia y descubrí que el infierno puede no ser precisamente cálido.

Según he leído: en Oimyakon cuando baja el termómetro, se te hiela el aliento en cristales y cae tintineando al suelo con un ruido que llaman " el cuchicheo de la estrellas".
Entre los pueblos indígenas existe el mito de que en el frío extremo hasta las propias palabras se hielan y caen a tierra. En primavera se agitan de nuevo y empiezan a hablar,se llena de pronto de murmuracionnes atrasadas, chistes no oídos, gritos de dolor olvidado, palabras de un amor repudiado hace mucho.
Los gritos que podrían surgir de la tierra no llevan con ellos pensamiento...

Si creí que Vorkuta era lo peor en concepto de trabajos forzados fue porque no sabía de la existencia de el horror que se vivió en el Magadán. Cuenta un lugareño, que era amigo de uno de los pocos supervivientes de allí, que cuando le pregunto porqué le habían condenado el hombre no lo recordaba y es que como dijo un poeta llamado Shalamov , víctima también de este campo de trabajo: Perdías la memoria fácilmente en Kolima, No la necesitabas para nada en realidad.

Después de terminar este pedazo de libro me quedé con un nosequé anímico y no me vi capaz de empezar el viaje a Camerún. Atacada como estaba de mi, últimamente, típico insomnio decidí leer unos cuentecillos del Señor Gaiman mientras mi ánimo volvía a su sinser, y ahora he decidido volver al Mundodisco con la Ronda de Noche por culpa de La Pepa y de mi envidia cochina.